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Tres de tres, tres presidentes parlamentos autonómicos de Vox, gracias a los pactos entre la ultraderecha y el Partido Popular, y los tres siguen el mismo patrón, ultraderechistas, ultracatólicos, antiabortistas y negacionistas de la violencia machista, del género, del cambio climático, negacionistas de todo aquello que supone cualquier avance. Tres presidentes que si por ellos fuera retrocederíamos décadas en el calendario y tumbarían de un manotazo todo aquello que nos ha hecho una sociedad avanzada, moderna, igualitaria y respirable.
Y no es una casualidad, si le das los mano a la ultraderecha esto es lo que pasa, y esto es lo que ha hecho el Partido Popular, darle a Vox los mandos de la negociación y por eso Santiago Abascal se pasea por las comunidades, que por cierto niega, como el gran ganador de unos acuerdos que ni siquiera ha tenido que sudar. Lo último ayer en Extremadura con ese giro de la candidata popular, María Guardiola, que había puesto pie en pared ante algunas de las cuestiones de la agenda ideológica que Vox está consiguiendo imponer y que ayer ya rebajó un par de tonos su discurso, ya habla de diálogo y de entendimiento. O alguien en su partido le ha dicho que no se puede poner tan digna o la repetición electoral le asusta, o las dos cosas, que no son incompatibles.
Vox ha conseguido romper la estrategia electoral del PP, que en las elecciones municipales y autonómicas consiguió opacar el discurso de gestión y económico del Gobierno de Pedro Sánchez y poner el centro del debate a ETA y a los pactos de la izquierda. Ahora es él quien tiene que responder de sus pactos, porque es él quien acuerda dar puestos de responsabilidad en comunidades y ayuntamientos a gente del perfil de los presidentes de las cámaras valenciana, aragonesa y balear. Es Alberto Núñez Feijóo el que ahora quiere hablar de otra cosa, pero no puede, porque el ruido que producen sus cesiones es tan grande, y las consecuencias de estas cesiones son tan graves para la ciudadanía que l