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Es falso eso de que Sánchez se baja los pantalones ante Puigdemont.
El jefe del PSOE y su cuadrilla no tienen que arriar nada, porque desde hace tiempo entran a las reuniones con los golpistas de Junts y otros facinerosos con los calzoncillos por los tobillos y la prenda de prenda de marras en el antebrazo. Cuidadosamente doblada, para que no se deshaga la raya.
Le han tumbado al Gobierno Frankenstein su pringosa Ley de Amnistía y como es lógico, el personal se hace muchas preguntas. Pero no se confundan.
Los socialistas no accedieron a todas las exigencias de los xenófobos catalanes, porque hay elecciones en Galicia este 18 de febrero y creen que les puede ayudar en las autonómicas el mensaje de que no se han dejado ‘sodomizar’ del todo, pero cuando retorne el texto al Congreso dentro de un mes, claudicaran sin matices y bendecirán la aberración de que todo delincuente, cuyo voto sea imprescindible para que Sánchez duerma en La Moncloa, es ‘impune’.
¿Por qué ha rechazado Puigdemont en primera instancia un texto legal destinado a facilitar su triunfal retorno en descapotable a esa Barcelona de la que huyó hace cinco años escondido en el maletero de un coche?
Porque con este texto, el capo de Junts no tiene plenamente garantizado salir indemne de todas las acusaciones de terrorismo y traición, que se van amontonando, merced a la investigación de jueces como Aguirre o García-Castellón.
Puigdemont deja patente que es él quien manda en el cotarro, devuelve la ley a las Comisión de Justicia y ordena a Sánchez retocarla siguiendo las instrucciones de su abogado Gonzalo Boye, quien de terrorismo y calabozos sabe latín, porque se licenció en la cárcel aprovechando los 14 años de prisión a los que le condenó la Audiencia Nacional, por colaborar con ETA en el secuestro de Emiliano Revilla.
Puigdemont forzará al PSOE a permanecer a cuatro patas hasta que se haga lo que el dice. Y no se limitará a su amnistía, sino que decidirá también los presupuestos.
Ello nos invita varias preguntas. Una de ellas es si la legislatura está tocada.
Tocada es poco. Está hecha trizas desde el primer día, lo que no significa necesariamente que nos vayamos a deshacer de la peste sanchista antes de que concluya el año.
No hay nada más importante para un socialista que el cargo y si llegan a la conclusión de que sus sonrojantes claudicaciones no son suficientes, intentarán prorrogar los presupuestos para seguir chupando del frasco unos meses más.
Titula el diario ‘El País’, buque insignia de ese grupo mediático que debe 900 millones y necesita subvención oficial hasta para pagar a las limpiadoras, que el PSOE ha sido muy ‘valiente’ negándose a ceder en todo.
Uno entiende, paisanos, vuestro estado de necesidad, pero no cuela: lo único que han hecho Sánchez y su banda es pedir por favor a Puigdemont y cuadrilla que se la metan con vaselina.