Había pensado disertar hoy sobre el desquiciado plan del Gobierno Sánchez –sin duda, el peor de la historia de España– de limitar el consumo de vino y cerveza en restaurantes y rematar con una reflexión sobre la indignidad que entraña el que una paisana llamada Mertxe Aizpurua, condenada por apología del terrorismo y que siendo editorialista del diario Egin señalaba a los terroristas de ETA personas a asesinar, esté, en representación de Bildu, en la Comisión de Secretos Oficiales.
Pero no les voy a amargar el día. Ni siquiera hablaré de la inflación, la destrucción de empleo o el incremento del paro.
Hoy vamos con un tema muy chusco, pero clave, porque afecta a la libertad en España y como se ha ido recortando desde que Sánchez y sus compinches están en el poder.
Vean con detalle el vídeo que va arriba. Seguro que les suena:
Sucedió el 21 de marzo de 2021, en un piso de la madrileña calle Lagasca, donde la chica de las imágenes y varios amigos celebraban una fiesta.
Estábamos en pleno Estado de Alarma, declarado después inconstitucional y, según las normas que imponía Sánchez, el guateque era ‘ilegal’.
Los policías, a pesar de las advertencias que les hacía la chavala, exigiendo que presentasen una orden judicial, golpearon 17 veces con un ariete, derribaron la puerta, pusieron a los juerguistas de rodillas y acabaron con el jolgorio.
Ahora, la Fiscalía imputa a los seis agentes un delito de allanamiento de morada, castigado en el Código Penal con multa y penas que pueden ir de los 6 meses a los 4 años de cárcel.
Dice sin embargo la Fiscalía que no procede imponer pena alguna, porque los policías actuaron cumpliendo ‘ordenes’ y además, en el Código Penal español no existe ‘expresamente tipificada’ la modalidad ‘imprudente’ del delito de allanamiento de morada.
Vamos a ser serios. Que reventar la puerta a golpes sin permiso de juez alguno fue imprudente, queda fuera de toda duda.
Que actuaron siguiendo órdenes superiores, también.
Vale: pues en ese caso, el responsable, el penitente, quien debe pagar el pato, es el que impartió las órdenes.
Y a mi no se me ocurre otra persona que el ministro Marlaska, siguiendo directrices de su jefe, el inicuo Sánchez.
No caerá esa breva, pero me encantaría que metieran a ambos facinerosos en la cárcel.
En la misma celda. Aunque fuera sólo un par de días.