Cuando el déficit cognitivo progresa, existe una pérdida de memoria severa, con incapacidad para aprender nuevas informaciones, quedando solo la memoria de hechos a largo plazo. El paciente está desorientado, confunde nombres de familiares, es incapaz en ocasiones de reconocer a familiares próximos y su lenguaje está empobrecido y con ocasional dificultad para comprender ciertas órdenes. En esta fase requiere asistencia para su cuidado personal, y pueden aparecer problemas de conducta, desde suspicacias, ideación delirante, agresividad y en ocasiones alucinaciones verbales o visuales. Cuando esta fase está establecida las alteraciones del sueño empiezan a aparecer con frecuentes despertares. Asimismo el paciente comienza a perder el control de los esfínteres. Un ingreso hospitalario o un cambio de domicilio puede precipitar una brusca progresión de los déficits, con la aparición súbita de severa desorientación, agitación y alteraciones del sueño.