Acostumbran las giras asiáticas de los clubes europeos de fútbol, negocio millonario en la última década, a derivar en paseíllos por centros comerciales, un par de firmas de autógrafos y algún amistoso contra un equipo local. Nada, sin embargo, como lo que han vivido este viernes los jugadores del PSV Eindhoven en la prisión de Klong Prem.