Sherry Turkle, una psicóloga del MIT que ha estudiado durante tres años la relación de los adolescentes con el móvil, cree que esta adicción les impide madurar e independizarse de sus padres.”Si una adolescente escribe 15 mensajes al día a su madre preguntándole qué zapatos ponerse, entonces la tecnología está impidiendo que se convierta en un adulto autónomo”, afirma. También, prestar continua atención al teléfono distrae de otras tareas, y las prisas por contestar un mensaje nada más recibirlo generan ansiedad. La comunicación constante se convierte entonces en enemiga de la tranquilidad, con consecuencias incluso físicas, como lesiones y dolores en dedos y muñecas. Además, un problema adicional es que muchos padres se despreocupan del asunto, ya que no le prestan tanta atención como al control de las horas que pasan sus hijos jugando a la consola o navegando por Internet. Una vez pagada la tarifa plana mensual, se olvidan de ningún tipo de control.