Resulta que entendemos los estados mentales de los otros simulando estar en la situación del otro, imitándole internamente, activando algunas de las mismas neuronas que cuando somos nosotros quienes ejecutamos esa acción. Así es cómo funciona la empatía y así es como los humanos nos comportamos como camaleones, seres que sincronizan -de manera automática y prerreflexiva- la expresividad facial, los gestos corporales, incluso la manera de hablar con las personas con las que interactúan. Ese ser espejo de los otros no es ninguna panacea, claro. Imitamos tanto lo malo como lo bueno de los comportamientos ajenos. Y, desde luego, las neuronas espejo se activan más ante personas que consideramos afines a nosotros