Estudios recientes liderados por Jonathan Cohen en Princeton ( Science, 2001) han puesto en evidencia que diferentes tipos de juicio moral se relacionan con determinados procesos emotivos en el cerebro. Si el dilema moral propuesto incluye un fuerte compromiso personal, como "arrojar a un individuo al agua para salvar a los demás náufragos de un bote", las imágenes cerebrales señalan una gran actividad en aquellas zonas del cerebro que procesan las emociones (el clásico dilema de Kohlberg era "robar un medicamento para salvar la vida de una persona querida"). En cambio, si el dilema moral es de otro tipo, por ejemplo, "guardar o no el dinero que se encuentra en una billetera que ha sido perdida", ello no sucede y se activan, predominantemente, las zonas ligadas a la memoria. Lo mismo pasa en el cerebro cuando el dilema no tiene connotación moral (la decisión de "viajar en tren o en auto").