El foco ilumina a la ayudante del mago. La mujer del diminuto vestido blanco es un resplandeciente fanal de belleza que irradia las butacas desde el escenario. El Gran Tomsoni anuncia que va a hacer que el vestido, de blanco, pase a rojo. Los espectadores, en vilo, fuerzan la vista para concentrarse en la mujer. Su imagen se les graba en la retina. Tomsoni da una palmada y la luz del foco se atenúa muy brevemente, antes de volver a fulgurar con un resplandor encarnado: la mujer está ahora bañada por un torrente de luz roja. Que el color del vestido cambie bajo la luz de un reflector no es precisamente el prodigio que el público se esperaba. El mago se sitúa a un lado del escenario, parece que satisfecho con su broma ingenua. Sí, lo admite, es un truco barato; los que más me gustan, explica con una sonrisa de diablillo. Pero no pueden negar que el vestido ahora está rojo, como la mujer que lo viste.