Dean Hamer, cuyo libro se subtitula precisamente 'La investigación de uno de los más prestigiosos genetistas mundiales acerca de cómo la fe está determinada por nuestra biología', sostiene que la respuesta está en los genes del hombre y que la espiritualidad es una de sus herencias básicas, un instinto que proporción un sentido de la vida y valor para superar dificultades y pérdidas. Además, también incrementa las probabilidades de supervivencia reproductiva del ser humano porque ayuda a reducir el estrés, previene enfermedades y aumenta la esperanza de vida. Así, según explica, ha analizado la composición genética de unos 1.000 individuos de diferentes edades y contextos sociales y ha comparado muestras de sus ADN con una escala que mide la espiritualidad, "consiguiendo identificar un 'gen de Dios' específico, el VMAT2, que demuestra cómo ésta se manifiesta en el cerebro".