No es democrático pretender subvertir el proceso electoral, sembrar dudas en torno a su desarrollo y a sus resultados, y menos si la intención se disfraza con un lenguaje con el que aparentemente se defiende su legitimidad. Por el contrario, es profundamente antidemocrático socavar la institución del sufragio y lanzar la sospecha sobre su idoneidad. Actuar de esa manera es conspirar contra las instituciones y, en particular, contra la confianza que la mayoría del país ha puesto en el tránsito por la vía pacífica y el rechazo a la violencia. Estas consideraciones las hago una vez más porque en momentos en que los sectores democráticos de la oposición adelantan su proceso interno con vista a las primarias de febrero del próximo año, y el chavismo se desplaza por el país organizando a sus militantes para la batalla electoral que se aproxima, hay quienes manifiestan desconfianza, promocionan sospechas sobre el CNE, hablan con desparpajo de un presunto fraude que se estaría montando.