El cerebro es intrínsicamente plástico y esa plasticidad representa el invento de la evolución para que el sistema nervioso pueda escapar a las restricciones de su propio genoma (y a la especificidad de sus células, altamente especializadas) y adaptarse a los cambios rápidos y a menudo impredecibles ambientales y comportamentales. Los cambios plásticos pueden no representar una ganancia del comportamiento para una determinada persona. En cambio, la plasticidad puede ser tanto la causa de una patología o de una enfermedad, como el sustrato para la adquisición de habilidades, el aprendizaje, la adaptación al medio y la recuperación tras una lesión. La plasticidad se podría concebir como un
proceso de dos etapas, con una modulación inicial rápida de la conectividad a través de redes neuronales, seguida, posiblemente, de cambios estructurales más estables.