Antes de empezar a gatear (alrededor de los siete meses), los bebés humanos parecen haber adquirido capacidades de percepción de la profundidad suficientes como para ser capaces de ver que un desnivel es además profundo. A pesar de ello, no muestran temor a los desniveles hasta varios meses después. Estudios recientes han mostrado que a los tres o cuatro meses, como mínimo, los bebés tienden a percibir las imágenes y los sonidos como partes del mismo suceso si están temporalmente sincronizados. También se ha visto que los recién nacidos son capaces de imitar movimientos faciales que no pueden verse hacer a sí mismos.