El estudio de de los científicos Robert y Brenda Vale, publicado en octubre de 2009 en la revista New Scientist señala que para alimentar a un perro de tamaño medio que come 164 kilos de carne y 95 kilos de cereales anuales, el impacto en el medio ambiente corresponde a una superficie de 0,84 hectáreas.
En cambio, un vehículo de tipo 4×4 que recorre unos 10.000 kilómetros anuales, teniendo en cuenta la energía necesaria para su fabricación y la utilizada para sus desplazamientos, tiene una huella ecológica de 0,41 hectáreas, dos veces menos fuerte que la del perro.
Roland Sarda-Esteve, especialista del medio ambiente, explicó que “cuando se tiene un animal o un objeto, existe por obligación un precio y una huella de carbono”.