Lejos del clásico ambiente político lo que se sentía en el "Scencia" de La Molina era entusiasmo y franca alegría. La de celebrar un año más de nuestra lideresa: los 35 años de Keiko.
El local repleto, el mejor regalo y el homenaje adecuado a la sencillez de Keiko, quien, junto con Jaime Yoshiyama, que fungió con elegante humor de maestro de ceremonias.
Era el extremo opuesto de la solemnidad y la pose del político tradicional. Por ello, quizá, algunos críticos de siempre no pudieron comprender, y así lo dijeron. Claro, no podían entender una celebración así, tan ajena a la solemnidad y a la afectación, tan distante de los discursos enrevesados, de la franela disfrazada de palabra. Por ello se desgañitaron tratando de hallar el cálculo o el lenguaje encriptado detrás del conmovedor "Pedro Navaja" de Luis Delgado Aparicio, las super poderosas Martha, Luz y Carmen con su "Bello Durmiente", o en la graciosa puesta en escena del "Thriller" de los congresistas.