Quienes buscan emociones fuertes responden a una necesidad de elevar los niveles de adrenalina, que no es en sí adictiva pero que incide indirectamente en la liberación de dopamina, una hormona relacionada con la sensación de placer. "La dopamina es lo más emocionante en la química neurológica. Es puro placer", dijo el neurobiólogo Robert Sapolsky. "Los picos de dopamina pueden ser bastante adictivos", agregó. "Yo soy una adicta a las emociones fuertes", dice en el último número de la revista New Scientist la deportista Kirsten Ulmer, aficionada a los deportes de riesgo. "Nunca se sabe qué va a pasar y cuando se termina uno se queda con una sensación de exaltación muy placentera", añade.