La calidad de vida de los pacientes que han sufrido un TCE es altamente dependiente del grado de afectación neuropsicológica. Las secuelas intelectuales incapacitan la reintegración social y ocupacional en mayor grado que las secuelas de tipo físico. Entre los supervivientes a un TCE, un considerable número de ellos queda con importantes secuelas que impiden el retorno a las actividades anteriores o imposibilitan el avance académico, profesional y social. Estas repercusiones son distintas según la etapa del desarrollo: En niños, el rendimiento escolar es insuficiente a pesar de poseer niveles intelectuales normales o incluso superiores. Los adolescentes, además de fracasar en su rendimiento académico, lo hacen en la vida social y profesional (permanencia de empleo). Los adultos tienen dificultades de reinserción laboral y son frecuentemente despedidos de sus trabajos tras el intento de reinserción.