Un centenar de curanderos, llamados “yatiris” en el idioma aimara, se niegan a dejar sus negocios pese al riesgo de desplomarse debido a que están en el límite de La Paz y la ciudad contigua de El Alto, terreno que comenzó a ceder a un precipicio por las lluvias registradas en Bolivia.
"Yo no estoy en riesgo, aquí atrás tengo harto espacio, los otros están en riesgo", dijo de forma breve a EFE un curandero que espera sentado dentro de su caseta a sus clientes.