En la Cañada Real, los chicos están acostumbrados a los prejuicios. Se enfrentan a miradas que los juzgan como si fueran una amenaza constante, a comentarios que los condenan a un futuro de delincuencia, y a ser llamados al despacho del director cada vez que algo desaparece en el instituto. Esa desconfianza parece formar parte de su día a día.
Pero hoy no están preparados para lo que está a punto de suceder.
Quien cruza la puerta esta vez no es un policía enojado, ni una trabajadora social con un cuestionario interminable, ni un empleado municipal trayendo malas noticias.
El que entra por esa puerta es el presentador más conocido de la televisión española. Ha llegado para iluminar un lugar que muchos prefieren ignorar, un rincón donde pocos se atreven a mirar.
Ha venido porque, para muchos, la Cañada Real es sinónimo de oscuridad. Porque es un sitio que infunde miedo, donde sus jóvenes son vistos como "cocodrilos hambrientos". Ha venido a este lugar olvidado, donde la luz, a menudo, solo existe gracias a las ingeniosas soluciones de quienes habitan aquí.