La atmósfera del salón Juan Rulfo de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) estaba cargada de expectación. En el escenario, la escritora argentina Gabriela Cabezón Cámara aguardaba con una calma contenida, su mirada fija, detrás de los lentes, en el centro del recinto. Las palabras de Marisol Schulz, directora de la FIL, resplandecían en el aire: elogios que trazaban su trayectoria, pero fue al escuchar la frase “con actitud roquera que la hace destacar” cuando Gabriela giró ligeramente la cabeza y esbozó una sonrisa, ese gesto que anunciaba complicidad y gratitud.