La relación entre alimentación y dolor es más profunda de lo que creemos. Algunos alimentos pueden desencadenar o intensificar el dolor, mientras que otros lo alivian.
La dieta desempeña un papel importante en la gestión del dolor crónico y la inflamación, y afecta tanto a la salud física como a la emocional.
Una dieta rica en alimentos naturales antiinflamatorios, como fruta, verdura, pescado rico en omega-3, semillas, frutos secos, jengibre y cúrcuma, puede ayudar a reducir la inflamación del organismo y aliviar el dolor.
Estos alimentos son ricos en antioxidantes y compuestos bioactivos que combaten los radicales libres y bloquean la producción de sustancias inflamatorias.
Los alimentos procesados, como la carne roja, los fritos, los azúcares refinados y los productos ultraprocesados, pueden aumentar la inflamación y agravar el dolor.
Esto se debe a su impacto negativo sobre el sistema inmunitario y la microbiota intestinal.
Los desequilibrios en la microbiota intestinal, causados por dietas inadecuadas, estrés y uso excesivo de antibióticos, pueden provocar una inflamación sistémica y aumento del dolor.
Las deficiencias de nutrientes esenciales, como las vitaminas D, B12 y minerales como el calcio y el magnesio, también pueden afectar a la función nerviosa y a la percepción del dolor.
Por ello, mantener una dieta equilibrada y variada es fundamental para reducir el riesgo de dolor crónico.