Con la destrucción del Templo los romanos han destruido el único lugar en la tierra, según la Ley Bíblica, donde los judíos pueden adorar a Dios. El judaísmo de curas y sacrificios se ha perdido para siempre, y los rabinos se esfuerzan en reinventar la religión de Moisés y David. Tienen que trabajar durante un periodo increíble de agitación y derramamiento de sangre. En el año 132 D.C. los zelotes judíos se alzan contra las legiones romanas en la rebelión de Bar Kochba, obligándolas a retirarse de la región. Los romanos vuelven con un gran ejército y matan a cerca de 600.000 judíos. Cambian el nombre de la región de Judea a Palestina y prohíben el paso a todos los judíos de Jerusalén. Desesperados y buscando donde empezar una nueva vida, muchos judíos huyeron a tierras lejanas, para encontrarse allí con un nuevo desafío: una forma disidente del judaísmo llamada cristianismo. Al alcanzar el poder político el cristianismo se vuelve profundamente antisemita. Pero el judaísmo sobrevive, y al hacerlo conserva para siempre sus principales atributos, como los derechos del individuo y el imperio de la ley, atributos que cambiarán el mundo occidental para siempre.