El pasado 30 de julio, tres meses y medio después de abrir una investigación a Begoña Gómez, el juez Juan Carlos Peinado entraba en el Palacio de La Moncloa para interrogar al presidente del Gobierno. El malestar de Pedro Sánchez con la situación era evidente. Su peor momento. De hecho, la apertura de la investigación a su esposa había provocado que amagase con renunciar a la Presidencia y su citación como testigo le llevó a presentar una querella por prevaricación contra el titular del Juzgado de Instrucción 41 de Madrid.