¿Y si pudieras estar un año entero sin hacer nada? Sin trabajo, sin correos electrónicos, sin presiones para alcanzar objetivos o ser productivo todo el tiempo.
Para muchos, esta idea parece imposible e incluso provoca ansiedad, pero lo cierto es que cada vez más personas aprecian la importancia de bajar el ritmo.
Movimientos como #SlowLiving (#Vivirlento) y la renuncia silenciosa, que priorizan la conservación de la energía para lo que realmente importa, están ganando popularidad.
En lugar de gastar toda la energía en el trabajo, la idea es centrarse en las aficiones, las relaciones y el autocuidado.
No es una tendencia exclusiva de los millennials y la Generación Z: personas de todas las edades se están dando cuenta de que vivir a un ritmo frenético está desgastando su salud mental.
La pandemia también ha contribuido a esta reflexión, haciendo que muchos se replanteen su forma de vivir y se cuestionen si merece la pena volver al mismo ritmo.
Bajar el ritmo no es sólo descansar, sino encontrar el equilibrio y dar valor a lo que realmente importa, como pasar tiempo con los que queremos y disfrutar de los pequeños momentos.
Al final, bajar el ritmo puede ser la mejor inversión que hagas en tu salud y felicidad.
