Eso debía de ser el patriotismo, entonces: que un mandatario extranjero acuda a difamar al presidente de tu país y aplaudir a ese mandatario. Aplaudir cuando clama abajo el estado y la justicia social, pilares de tu constitución. Y preguntarse, literalmente, por qué la gente no echa al Gobierno a patadas. Si es intolerable que un ministro ofenda a un mandatario extranjero, ¿no lo es que un mandatario extranjero venga a España a ofender al presidente de tu país?