Mack Lunn, un compasivo propietario de Cookeville (Tennessee), se vio envuelto en una aventura inesperada tras oír gritos procedentes de su sótano el 1 de junio. Según cuenta, "oí los llantos del bebé sobre las 9:15", lo que despertó su curiosidad y le impulsó a investigar el origen de la angustia.
Armado de determinación, Mack se adentró en su sótano, sólo para encontrarse con un sorprendente obstáculo en su camino. Describe cómo la chimenea o conducto de hollín estaba obstruido por palos, formando una barrera de aproximadamente 2 ó 3 pies de altura. Sin inmutarse, Mack cuenta cómo "tuvo que cavar con una pala diminuta a través de ese agujero", decidido a llegar a la fuente de los gritos.