El Gato Ortiz de portero en Rayados de Monterrey al CDG

2024-03-19 1

Muchos niños en Monterrey llevaban el número de Omar El Gato Ortiz estampado en su playera de portero del equipo de futbol.

Debutó en 1997 y obtuvo la titularidad en 1999. Pasó la mayor parte de su carrera con los Rayados y también se puso las camisetas del Necaxa y Jaguares de Chiapas.

Los guardametas suelen ser ídolos de los aficionados porque su posición es de las más vistosas y sufridas. Son tan héroes como villanos y algunos de ellos han construido leyendas.

Por eso es más triste que El Gato Ortiz sea un vulgar secuestrador.

El daño que causa este tipo de delincuente a la sociedad es evidente, pero lo es aún más cuando tiene el grado de celebridad.

La delincuencia, ya se sabe, está a la vuelta de la esquina y más cerca de lo que muchas veces pensamos.

En muchas ocasiones los secuestradores requieren de cómplices en el entorno de la víctima.

Como los bandidos son cada vez más improvisados, la información sobre "objetivos" se ha trasladado a personas que tienen conocimiento de los movimientos y del dinero que puede tener, o no, una determinada persona.

Eso es lo que hacía El Gato Ortiz, quien “ponía” a las víctimas, luego de seleccionarlas en fiestas o en reuniones. Su calidad de portero (y ex portero) del Monterrey le permitía acceder a círculos sociales que interesan al crimen organizado y por eso fue reclutado por el Cártel del Golfo.

Los datos señalan que El Gato Ortiz obtenía unos 100 mil pesos por cada una de sus fechorías y sus cómplices cobraban un millón de pesos en promedio de rescate, en operativos de unos cuantos días y no en largos periodos, ya que éstos requieren de otro nivel de logística.

El Gato Ortiz fue detenido por elementos de la Procuraduría de Nuevo León y si es declarado culpable puede pasar buena parte de su vida tras las rejas.

No dejan de ser extraños los motivos de los criminales y más aún cuando tuvieron la oportunidad de elegir otro camino.

El secuestro es uno de los delitos más ruines porque deja en quienes lo padecen y en sus familiares cicatrices para toda la vida.

Tan sólo en el 2011 el número de secuestros, de acuerdo con el Sistema Nacional de Seguridad Pública, fue de mil 152.

En Nuevo León, además, el rango de estos delitos en 2010 (con denuncia presentada) fue de 1.7 por cada 100 mil habitantes, frente a 5.6 de Chihuahua.

Hay que tomar en cuenta que, por sus características, en muchos casos no hay denuncia y mucho menos investigación.

Se prefiere el “arreglo” sin la intervención de las autoridades, porque no hay confianza y porque se desconoce que la policía, en algunos casos, suele ser bastante eficaz en estas investigaciones.

En el pasado la entonces AFI llegó a obtener resultados impresionantes y con un alto grado de éxito, sobre todo en lo más importante: en salvaguardar la vida de quienes son privados ilegalmente de su libertad.

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