La política española ha entrado en una espiral frenética.
Han aprobado, con la indigna sonrisa de Sánchez, promotor del obsceno intercambio de favores entre socialistas y golpistas, la ‘Ley Puigdemont’, conocida oficialmente como ‘Ley de Amnistía’.
Para que el engendro sea efectivo faltan por lo menos tres meses, los que tardará el Senado en devolverlo al Congreso, y queda en el aire lo que hagan los jueces y las decisiones que tome la Unión Europea, pero los separatistas ya han anunciado que toman el cheque en blanco que les extiende el PSOE como una invitación a repetir sus tropelías.
En medio de todo, va uno de los socios del ‘okupa’ de La Moncloa y convoca elecciones en Cataluña, algo que no entraba en los planes de nadie y tensa las costuras de la Coalición Frankenstein, como lo hacen las autonómicas vascas del próximo mes.
Sánchez tendrá que elegir entre proetarras y peseteros en un caso y entre golpistas de izquierdas y de derechas en el otro, y basta cabrear a uno sólo de los chantajistas, para que el tinglado se venga abajo.
La mayoría absoluta en el Congreso está en los 176 diputados y sin los 7 de Junts, los 7 de ERC, los 6 de Bildu y los 5 de PNV, el PSOE no llega.
Los necesita a todos y a la vez.
Y eso, con el telón de fondo de una corrupción tentacular, de la que aparecen nuevos escándalos cada día, varios de los cuales salpican el exministro Illa, candidato del PSC en Cataluña.
A los socialistas no hay por donde agarrarlos y no porque sean escurridizos, sino por el asco que dan.
Nos acabamos de enterar de que Marlaska compró a la trama 30.000 test rápidos para Policía y Guardia Civil, sabiendo que estaban sin homologar.
Que Illa pagó 200 millones en mascarillas a una empresa de Hong Kong, que China multó por blanqueo.
Que Sánchez llamó personalmente a Xi Jinping, para que intercediera en favor de la empresa FCS Select, el mayor proveedor del Ministerio de Illa, denunciado hasta por la Comunidad de Madrid por colar material fake.
Que Ábalos invitó a la chavista Delcy Rodríguez, la de las 40 maletas, a visitar España a petición del comisionista de la ‘Trama PSOE’.
Que Begoña estaba en todas las salsas.
Hay que exigir al Tribunal Supremo, al Senado, a los juzgados y a la UE que estén a la altura del reto que el inmoral y ambicioso Sánchez plantea a España y su democracia.
Y pelear, porque el que nunca se rinde, casi siempre gana.