El español común y corriente utiliza en su comunicación cotidiana unas 300 palabras. La gente culta, la del Bachillerato antiguo, usa muchas más, pero la media baja a las 200, en el caso de las generaciones culturalmente devastadas por las ocho leyes educativas que nos han metido con calzador desde que Franco murió en la cama.
Siendo tan pocos los términos que se emplean diariamente, entenderán la importancia de elegirlos bien. Y a eso vamos.
Supongo a todos ustedes, como me ocurre a mi, les habrá provocado risa floja escuchar al macarra Oscar Puente, ministro de Transportes de Sánchez, definir a Bildu como “partido progresista democrático”.
Paso por alto lo de ‘partido’, puntualizando que los herederos de ETA y socios del PSOE, son en realidad es una ‘partida’ y de malhechores.
Tampoco me voy a parar en lo de ‘democrático’, porque es una coña, un sarcasmo, una burla sangrienta..
Pero tenemos que reflexionar sobre lo de ‘progresista’, comodín favorito del ‘okupante’ de La Moncloa y de la recua de paniaguados que prospera a su alrededor.
“De ideas o actitudes avanzadas”, dice la Real Academia de la Lengua a propósito del vocablo ‘progresista’.
A mi no me cuadra que quien celebra el asesinato de un millar de inocentes y descorchó champán cuando a Miguel Angel Blanco le descerrajaron dos balazos en la nuca, pueda entrar en la categoría de persona con ‘ideas o actitudes avanzadas’.
Y coincidirán conmigo en que hay que padecer una caraja sustancial para incorporar al contingente ‘progresista’ al pesetero PNV, cuyo fundador Sabino Arana, un racista desnortado, sentenció que el pueblo español ‘malea las inteligencias y los corazones de sus hijos y mata sus almas’.
O a los xenófobos de Junts, donde el tal Torra, presidente en su día de la Generalidad de Cataluña, describía a la raza inferior de los españoles como ‘carroñeros, víboras, hienas; bestias con forma humana’.
Este despiporre conceptual, va parejo al etiquetado cancelado de todo lo que hacen o predican los no adictos al régimen.
Y así, con la inestimable colaboración de El País, Cadena SER, TVE, RNE, LaSexta y demás ‘masajistas’ amarrados al pesebre de La Moncloa, se presenta como un ‘horror’ el acuerdo cerrado entre PP y VOX, para sacar adelante los presupuestos en Baleares.
El periódico oficial del sanchismo y comparsas claman desolados contra las draconianas condiciones que han aceptado Marga Prohens y los populares, ‘por exigencia de la ultraderecha’.
Me he tomado la molestia de echar un vistazo al trato y resulta que PP y VOX han pactado tres cosas: Los padres de Baleares podrán elegir en qué idioma estudian sus hijos las asignaturas troncales de Primaria y Secundaria, exención del impuesto de Patrimonio hasta tres millones de euros y retirada de las subvenciones a los comegambas sindicales de UGT y CCOO, y a los zampones de las patronales.