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El acuerdo entre el PSOE y Junts para la investidura de Pedro Sánchez se resiste. Desde Bruselas, que es donde se está negociando, nadie emite ninguna señal más allá de que están con los últimos retoques de la ley de amnistía, pero deben ser retoques importantes si ya estamos a martes y no hay ni noticia del acuerdo ni noticia de cómo va a quedar la ley de amnistía. Y ante este vacío, se activa la maquinaria de la derecha y de la ultraderecha en contra de un texto del que no conocemos ni una letra.
La ultraderecha en la calle. Vox alentando a la gente para que se manifieste frente a las sedes del PSOE, como anoche en la calle Ferraz. Con Santiago Abascal ejerciendo de instigador jefe y señalando a todos aquellos que participen o participaran de alguna manera en el acuerdo. En la calle y en sus redes sociales, cruzando algunas líneas rojas que solo desembocan en más ira, más odio y más enfrentamiento. Se olvida Vox de sus responsabilidades institucionales, que las tiene, del papel que tiene que representar como tercera fuerza más votada y se convierte en un alborotador callejero con consecuencias difíciles de prever. Es muy peligroso lo que está haciendo la ultraderecha.
Y el peligro de que esto arrastre al PP, no a todo, a un sector del PP, porque ya vimos ayer a la salida de la junta directiva nacional, que no todos hablan con la misma voz, y por eso debería imponerse, y hacerlo explícitamente, aquel sector responsable que considera que hay espacios institucionales para dirimir las diferencias. Esta es la oportunidad perfecta para que Alberto Núñez Feijóo muestre su sentido de la responsabilidad y como líder de la oposición aproveche las ocasiones que le brinda el Parlamento, la primera quizás en el debate de investidura, para dejar clara la posición de su partido en relación con Cataluña. Es allí donde debe hacerlo. Ese es el ámbito.
Porque, claro, en un día como el de ayer, solo faltaba que la derecha judicial irrumpiera en las negociaciones para la invest