Si todavía conservan el alelante vicio de ver eso que llamaban ‘informativos’ en la televisión convencional, habrán comprobado que, fieles a su sectarismo, RTVE, la SER, LaSexta y el resto de medios y periodistas de la ‘Brunete Pedrete‘ dedican extensos espacios a la penosa situación humanitaria de Gaza, pero ni un segundo al sufrimiento de los rehenes israelíes en manos de los terroristas de Hamas.
Si antes de desbarrar contra Israel, acusando a los judíos de ‘genocidio’, Ione Bellarra, secretaria general de Podemos y ministra de Sánchez, hubiera tenido unas palabras de solidaridad con los 126 secuestrados, con esas chavalas violadas hasta la muerte, con los bebes asesinados en sus cunas, con los ancianos sepultados en túneles y con esos jóvenes soldados atados por parejas con alambres y quemados vivos, uno podría hasta darle el beneficio de la duda.
A ella, a Isa Serra; al diputado de Sumar, Íñigo Errejón, a la portavoz de Más Madrid en la Asamblea regional, Mónica García, el líder del Partido Comunista, Enrique Santiago y otros compinches del jefe del PSOE, que se manifestaron este domingo en la Puerta del Sol de Madrid, ondeando banderas palestinas y aplaudiendo las proezas de los fanáticos islámicos.
A estos ‘progres’ de mierda les importa un comino la vida, la libertad, la justicia y que los casi trescientos festivaleros, que los carniceros de Hamas acribillaron sobre la arena, fueran pacifistas y hubieran acudido para "un viaje de unidad y amor”.
Lo suyo es sólo estupidez, perversión y sectarismo. Y por eso ahora, cuando el Ejército de Israel se apresta a cortar la cabeza a la serpiente, se echan las manos a los pelos y gritan histéricos exigiendo que Occidente imponga sanciones a Tel Aviv.
Dan por supuesto que los judíos deben dejarse matar y que una reacción como la que ha generado y va a generar la matanza del 7 de octubre, es ‘desproporcionada’.
Vamos a ver, mendrugos.
¿Que sería proporcionado?
¿Buscar un Festival Rave en Gaza, algo harto difícil, y despachar medio centenar de comandos con ordenes de violar a mansalva y ejecutar adolescentes aterrorizados?
¿Entrar en la maternidad de un par de hospitales palestinos y destripar a medio centenar de bebes en sus cunas?
¿Cruzar la frontera y secuestrar una docena de ancianos, a ser posible muy enfermos, para usarlos como moneda de cambio, si sobreviven, en una hipotética negociación?
La única respuesta que puede dar Israel, si quiere seguir existiendo como nación, consiste en acabar con Hamas.
De abajo a arriba. De raíz. Sin piedad, hasta el fin.
La tesis de que quienes añoran el Holocausto y sueñan con exterminar a todos los judíos del planeta pueden ser apaciguados, es grotesca.
Hubo quien creyó ingenuamente, tras ganar hace dos décadas Hamás las elecciones palestinas, que el ejercicio del poder y tener que gestionar la existencia de dos millones de personas les haría “responsables”, “moderados” o “maduros”.