En un Estado de derecho normal, en una democracia digna de ese nombre, la Fiscalía General estaría a estas horas dando lo últimos toques al documento para empapelar a la comunista Yolanda Díaz.
Establece el artículo 451 del Código Penal que ‘será castigado con la pena de prisión de seis meses a tres años el que, con conocimiento de la comisión de un delito, interviniere con posterioridad a su ejecución, ayudando a los responsables a eludir la investigación de la autoridad o a sustraerse a su busca o captura, siempre que el favorecedor haya obrado con abuso de funciones públicas’.
Aquí, en España, no habrá imputación, ni demanda ni leches en vinagre.
Todo lo contrario. A estas horas, Pedro Sánchez ya habrá remitido a la interfecta un ramo de flores, sumándose al coro de paniaguados que celebran la pringosa reunión de la vicepresidenta del Gobierno Frankenstein con el golpista Puigdemont.
La peregrinación de la teñida Díaz a Bruselas, para implorar al prófugo Puigdemont su apoyo a la investidura del jefe del PSOE, es uno de los episodios más bochornosos que se han visto en nuestra política.
He utilizado la palabra ‘peregrinación y no ‘viaje’ o visita’, porque la socia de Sánchez ha ido a Bélgica de rodillas. Literalmente.
No se trata de la sectaria candidata de un partido minoritario con escaso respeto por las instituciones, sino de la vicepresidenta de un Ejecutivo cuyos compinches, tras perder las elecciones, intentan seguir chupando del frasco a cualquier precio.
Incluso al de humillarse sonrientes ante a un huido de la Justicia desde hace 7 años, con causas pendientes por intentar un Golpe de Estado, erosionar la Constitución de 1978 y hasta meter la mano en la caja.
Sánchez y su cursi subalterna han dado al sedicioso Puigdemont su mayor triunfo desde que escapó de Barcelona escondido en el maletero de un coche.
Díaz ha ido al Europarlamento, en nombre de Sánchez, a negociar con un delincuente el precio de la investidura; lo que quiere cobrar el mangante por facilitar con sus siete diputados que el dueño del PSOE siga ‘okupando’ La Moncloa.
Dicen los caraduras del Gobierno en funciones y los periodistas del ‘pesebre sanchista’ que Díaz se ha retratado con Puigdemont en su condición de capo de Sumar. Falso.
Y la prueba es que la infame ‘tournée’, incluyendo desde aviones al hotel, pasando por las cervezas con que brindaron su jefe de Gabinete y la responsable de comunicación del Ministerio, no la han pagado los nuevos podemitas sino el sufrido contribuyente español.