Los centros históricos son espacios muy singulares y bien diferenciados desde el punto de vista morfológico, social y funcional. En ellos se acumula la historia de la ciudad y se hace presente la memoria colectiva. Todos se comportan como lugares simbólicos y convivenciales. Por ello, se concede cada vez mas importancia a su recuperación, sobre todo desde que la carta de Ámsterdam, en 1.975, llamó la atención sobre el mal estado de conservación en que se encontraban la mayoría de los centros históricos europeos. En la actualidad, se asumen políticas de rehabilitación que intentan transmitir a las generaciones futuras el patrimonio urbano heredado, mantener la población que permanece aún en los centros históricos y atraer hacia su interior a nuevos residentes como instrumento de recuperación social y equilibrio.