¿En manos de quiénes estamos?
No le den muchas vueltas ni se estrujen la cabeza: estamos en manos de idiotas.
Sectarios, fanáticos, iluminados, intolerantes, corruptos, socialcomunistas y todo lo que ustedes quieran, pero en el fondo, a la hora de la verdad, unos lelos de remate.
En el internado de los jesuitas de mi adolescencia, cuando te hablaban del futuro y de las prioridades, aquellos profesores severos y entrañables te decían siempre que en la vida se puede hacer de todo menos el ridículo.
Es evidente que Pedro Sánchez y sus compinches no fueron a mismo colegio que yo, porque no paran de hacer el ridículo.
No me refiero sólo al patético video del líder del PSOE, repantigado en el sofá de una joven parejita de Parla, hermano él de un cargo socialista.
O en la impostura de la partida de petanca con supuestos jubilados anónimos, que eran en realidad cuadros sociatas en Coslada.
Ni siquiera al falso paseo en bicicleta por Valladolid, rodeado de una legión de guardaespaldas y dentro de un círculo de seguridad para no escuchar otra vez eso de ‘que te vote Txapote’.
De lo que hablo es de su actividad legislativa, de su desquiciada afición a la ingeniería social.
Este jueves, PSOE, Podemos y resto de colegas de la Coalición Frankenstein, sacaron adelante en el Congreso la Ley Trans y la del aborto, como hace una semana sacaron la de ‘Bienestar Animal’, que santifica a la rata y en agosto pasado la del ‘Si es Si’.
A la vista de los efectos del bodrio de Irene Montero y la ‘Banda de la Tarta’, parece evidente que las leyes impuestas por Sánchez y su pandilla buscan cualquier cosa, mejor proteger a las mujeres, ayudar a los adolescentes o mejorar la vida de los españoles.
Para esta tropa que nos gobierna, el aborto nos es un drama sino un gesto social progresista, un acto revolucionario, una batalla contra del colonialismo clerical.
E ir al registro y conseguir que te inscriban como Loli, aunque hayas sido siempre Ramón o que te mutiles genitalmente, porque albergas dudas juveniles sobre tu identidad sexual, les parece lo más de lo más.
Lo mismo que los okupas le parecen una maravilla al magnate inmobiliario Wyoming o el etarra Otegi le cae de cine al dicharachero Évole.
No tardará en salir a la palestra un obispo necio, puntualizando que la cónyuge de Iglesias no quiso decir lo que dijo cuando pontificó a favor del sexo con menores, pero es que la tía lo ha repetido ya tres veces.
Les leo sus palabras exactas, hace poco, en Argentina: “los niños, las niñas y les niñes tienen derecho a saber que sus cuerpos son válidos, que tratar bien está bien y tratar mal está mal, que pueden amar a quien quieran y pueden tener sexo con quien quieran”.
Estamos en manos de idiotas…peligrosos.
