Cuando se anunció el compromiso oficial del príncipe Carlos de Inglaterra, hijo de la reina Isabel y heredero al trono, con una tímida y apocada joven llamada Diana Spencer, todas las miradas se dirigieron inmediatamente a la familia que iba a entroncar con los Windsor. Claro que la sorpresa quedó tan solo para los no familiarizados con la ‘realeza’ británica. No eran, desde luego, los Spencer unos desconocidos en estos ámbitos. Con un linaje repleto de nombres propios e íntimamente ligado a la Corona -el primer conde Spencer fue nombrado por Enrique VIII-, su influencia descansaba sobre un patrimonio más que nutrido y un buen puñado de caballeros y damas de compañía que habían estado al servicio incluso de la propia reina Isabel II. Claro que la fama se la dio la que acabaría siendo la princesa más querida y seguida de la historia. Qué paradojas depara la vida. Cuando falleció Diana de Gales, sus hermanos juraron que continuarían con su labor en especial sobre los hijos que dejaba la