Pedro Sánchez se quita la corbata, aprueba un decreto que convierte a España en el único país de Europa con los escaparates apagados, dice que va a derrotar a Putin y mientras arde la mitad de la Península, se va en Falcon con toda la cuadrilla a disfrutar de unas lujosas vacaciones a cuenta del contribuyente.
Por lo visto, el líder del PSOE ha llegado a la conclusión de que, entre escuchar protestas por el elevado precio de la luz y escucharlas por racionarla, es mejor lo segundo.
Pero, al enfado de la gente por lo elevado del recibo, se va a sumar ahora el cabreo que se van a pillar cada vez que suden como pollos en una tienda o en un restaurante.
Solo a Sánchez se le ocurre estigmatizar al pequeño comercio y el restaurante de barrio mientras él se va de vacaciones a dos palacios, movilizando helicópteros, Falcon, comitivas de coches oficiales y decenas de guardaespaldas.
El Gobierno primero rechazó el racionamiento sugerido por Europa, después presumió de las reservas energéticas de España y ahora aplica las restricciones más severas del planeta.
De las ocurrencias que ha tenido Sánchez desde que entró la Moncloa en 2018, la de apagar las ciudades para pelear a la vez contra el desabastecimiento, la invasión de Ucrania, el cambio climático y los precios, es la que tiene menos sentido de todas.