A Pedro Sánchez se le está poniendo cara de Zapatero. Y va a terminar igual que su colega, sufriendo una apabullante derrota electoral, que le obligará a salir con las orejas gachas de La Moncloa y dejando al PSOE hecho unos zorros.
Zapatero se negó durante meses a admitir que había una crisis financiera. Hasta prohibió a sus subalternos usar la palabra. Negar la existencia de un problema no sirve para resolverlo y la crisis les terminó estallando en la cara.
Los españoles, a pesar de las enormes tragaderas que tienen en cuestiones políticas y culturales, se toman muy en serio las cosas de comer y en las elecciones generales de 2011 le dieron una abrumadora victoria a Rajoy y al PP de casi 70 diputados más que al PSOE. No hablar de algo no evita que ocurra, pero Sánchez sigue a lo suyo. Su Gobierno, ese enorme engendro de 22 ministros donde se reparten sueldos y cargos socialistas y podemitas, nos auguraba no hace mucho siderales crecimientos.
Cuando se hizo evidente que la economía no estaba bien, el mensaje oficial fue que era algo transitorio. Luego, los propagandistas de La Moncloa se aferraron al mantra de que la inflación no alcanzaría nunca los dos dígitos. Ahora que ya está en el 10,2 %, la táctica de Sánchez es hacer como que no pasa nada y calificar de ‘formidable’ el dato del paro del mes de junio.
Se van a llevar Sanchez, el PSOE y sus compadres un cacharrazo antológico y lo malo es que la factura, como siempre, la pagaremos nosotros.