Quizá ya están al tanto de que la empresa de los padres de Pedro Sánchez se ha hinchado a recibir subvenciones oficiales, desde que el líder del PSOE duerme en La Moncloa.
Y que el marido de la vicepresidenta Calviño se forra con los fondos europeos, que autoriza su consorte.
O que el hermano del socialista Ximo Puig anda metido en una pringosa trama para cazar dinero público.
Probablemente hasta habrán escuchado por ahí que Mónica Oltra está imputada, acusada de encubrir los abusos sexuales del que era su esposo a una niña, que estaba oficialmente bajo la protección de la catalanista valenciana.
Pues de todo eso, de la cocaína y las putas que se agenciaban dirigentes sindicales con los cuartos destinados a los obreros andaluces, de los enchufes para las amantes de Podemos, de los pingües negocios que hicieron los amiguetes catalanes del ministro Illa, aprovechando las urgencias de la pandemia, de las trapacerías de Monedero, las chapuzas de Colau y los 2 millones que sisó en la UGT, la hija de una diputada socialista madrileña, dudo que escuchen mucho durante los próximos meses.
Si conservan el defecto de ver informativos de televisión y tertulias en las grandes cadenas, se van a hartar es de oír mamonadas de la Gürtel, historietas de un primo del alcalde Almeida, especulaciones venenosas sobre el hermano de Isabel Díaz Ayuso y hasta peripecias del hijo de Nati Abascal.
De las multimillonarias mangancias, corrupciones y tropelías de la izquierda española, ni flores.
Es de aurora boreal y habría que preguntarse, seriamente, a que se debe semejante despropósito.
La respuesta es compleja. Por un lado, están unos periodistas que descubrieron hace tiempo que siempre sale rentable jugar a progre.
A diferencia del PP, que lleva en sus genes el germen de la ingratitud y es capaz de dejar tirados como colillas a militantes fieles y periodistas afines, en cuanto cambia ligeramente el viento; el PSOE siempre recoge a los suyos, les busca acomodo y premia con puestos y publicidad institucional los servicios prestados.
Sumen a eso a los tradicionales complejos del centroderecha y su miedo cerval a entrar en el debate ideológico y entenderán porque el partido de los EREs andaluces, el de los asesinos de Calvo Sotelo, el que se abraza a los terroristas de ETA y a los golpistas catalanes, el que ha inventado ministerios para colocar a los colegas de Podemos, el que esconde todavía 50.000 muertos por COVID, el de la inflación de dos dígitos, el que nos lleva a la ruina, se atreve cada día a mirar con gesto de cabreo a los del PP y soltarles que son unos corruptos inveterados, sin que los populares osen siquiera replicar.
Uno siembra lo que recoge, también en medios de comunicación.