La Catedral Metropolitana de la Ciudad de México es para muchos especialistas, historiadores e investigadores la mayor proeza arquitectónica de los virreinatos españoles, tomando en cuenta que es la edificación religiosa más grande construida durante la época virreinal es entendible que se le considere como la catedral virreinal más imponente e importante de América. Su construcción dio inicio en el año de 1570 y fue terminada oficialmente 250 años después, los arquitectos de mayor renombre que tuvieron el honor de trabajar en este magno proyecto fueron: Claudio de Arciniega, José Eduardo de Herrera y Manuel Tolsá. En la edificación podemos encontrar los siguientes estilos: Gótico, Plateresco, Neoclásico, Barroco Estipite, Barroco Salomónico, entre otros. Cuenta con cinco naves que se componen de 55 bóvedas, 75 arcos y 40 columnas; Hay dos torres-campanario que contienen actualmente 35 campanas, aunque pueden contener más de 55. Tiene 20 capillas y una gran planta basilical. En América no hay nada que la iguale y en el resto del mundo hay pocas que la superen.
La Catedral de la CDMX es prácticamente un magno museo de arte, en su interior podemos encontrar decenas de lienzos con siglos de antigüedad, más de 30 retablos tapizados en oro, los que más destacan son el Retablo de los Reyes (el más grande de América y único en el mundo, mide 27 metros de altura, 17 metros de ancho y 13 metros de profundidad, debido a estas dimensiones es conocido como «la cueva dorada››) y también el Retablo del Perdón (retablo fue realizado por el arquitecto español Jerónimo de Balbás en 1735, siendo una de sus obras más importantes). Su coro es una maravilla, sus órganos son los dieciochescos más grandes del continente, su sillería es magistral y elegante. Tampoco podemos olvidar su sacristía, la zona más antigua de la catedral, llena de lienzos enmarcados en oro y mucho más, hay tanto que nunca acabaría de escribirlo. Como dato curioso, aquí están los restos del primer Emperador Mexicano Agustín de Iturbide I y también se supone que aquí descansa el Santo Vital de Milán del siglo l.