Hay días en que parece que no pasa nada y otros en los que las noticias se acumulan y no terminas de digerir un bombazo, cuando estalla otro.
Hoy es una de esas jornadas que hacen las delicias de los periodistas.
Comenzó con el vodevil del golpista Puigdemont acudiendo festivo a un juzgado de Cerdeña, con la remota posibilidad de ser extraditado a España algo que ponía de los nervios al socialista Pedro Sánchez y a sus socios independentistas.
Casi a la misma hora, Arancha González Laya, la desastrosa ex ministra de Asuntos Exteriores del Gobierno PSOE-Podemos, comparecía en Zaragoza ante el magistrado Rafael Lasala para aclarar, supuestamente, si fue ella solita quien perpetró la ilegalidad de meter de matute a Brahim Ghali en España o si la entrada del dirigente Polisario con nombre falso y sin mostrar ni pasaporte fue organizada al alimón con otros ministros socialistas, por ordenan de Sánchez.
Y por si eso fuera poco, colea la entrevista de Ivan Redondo, quien cinco meses después de salir escopetado de La Moncloa, reapareció en LaSexta de sus amores diciendo que Sánchez y el dormían muy bien con Pablo Iglesias en el Gobierno, que en las próximas elecciones votará a Sánchez y que no fue ministro, porque cuando se lo ofrecieron la última vez, acababa de morírsele el perro y estaba muy triste y lloroso.
Y tenemos resaca de la Convención Nacional del PP, que cerró Pablo Casado este domingo en la plaza de toros de Valencia, con un contundente discurso en el que se reivindicó como "la única alternativa" para que España deje atrás el "trienio negro", de un Pedro Sánchez al que no quiso nombrar y a quien se refirió despectivamente como "el aún inquilino de la Moncloa".
Esto está que arde y Sánchez huele a chamusquina.
Casado tiene bastantes posibilidades de instalarse en La Moncloa tras las próximas elecciones generales, según reflejan las encuestas, pero es condición sine qua non que haga bien las cosas en los dos años largos que restan.
Tiene que crear equipo, presentarlo en sociedad, explicar a la ciudadanía que ofrece, teniendo muy claro que no todo es la economía o gestión.
Se pegarán un buen cacharrazo y seguiremos la maldición Sánchez otros cuatro años, si Casado, García Egea y compañía olvidan lo caro que ha pagado el PP el incumplimiento de sus promesas y la renuncia a batallas tan decisivas como la de los principios y las ideas.