Si no eres uno más de lo que se tragan mansamente lo que sueltan a diario las cadenas de televisión, los periódicos y los tertulianos afines al Gobierno PSOE-Podemos, que son casi todos, y pasas revista a los personajes que deciden cotidianamente sobre nuestras vidas y haciendas, llegas de inmediato a la conclusión de que poco nos pasa.
Que todo podría ser mucho peor.
Germina una peste que envenena el Mar de Menor de Murcia y todo lo que se les ocurre a nuestros supuestos defensores de la Naturaleza, es montar un abrazo kilométrico en apoyo de los peces y crustáceos que mueren asfixiados en masa.
Y el gesto, que es una chorrada infinita, se convierte en la imagen del día en telediarios y portadas.
Se dispara el precio de la luz a un nuevo record y en lugar de exigir responsabilidades a los ineptos que cobran en el Consejo de Ministros, lo que te suministran los medios de comunicación son decálogos y consejos para ahorrar unos céntimos lavando de madrugada o planchando al amanecer.
Y el mismo día que los talibán anuncian que queda prohibida la música, penalizado el vuelo de cometas, castigado con cárcel retocarse la barba, erradicadas las niñas de las escuelas, impuesto a latigazos el burka y sancionada con la muerte la mínima manifestación de humor o libertad, nos sale la socialista Francina Armengol anunciando que en tres colegios de Baleares será obligatorio el estudio de la religión islámica.
Y la ministra de Igualdad, esa Irene Montero que acuñó el lema de ‘sola y borracha quiero volver a casa’, se larga unas declaraciones en las que equipara la situación de la mujer en España con la que sufre en Afganistán.