Lima, 17 feb (EFE).- Si la gente no puede venir a la iglesia, la iglesia irá a la gente, pensó el sacerdote Juan López, que cada domingo de confinamiento en Perú se encarama al tejado de su parroquia a medio construir y, con un improvisado altar y una potente megafonía, oficia su misa contra viento, marea y pandemia.
Las misas del padre López se han vuelto la gran atracción de los domingos de cuarentena para Tomayquichua, un tranquilo y apacible pueblo de poco más de 1.000 habitantes en el corazón de los Andes, en la céntrica región de Huánuco, que es una de las más afectadas de Perú en esta segunda ola de la covid-19.
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