Caracas, 2 feb (EFE).- El pasado 6 de mayo, la vida de Orencio Mariñas dio un giro de 180 grados. Su taller textil en Caracas fue ocupado, "invadido", como se dice en Venezuela, y quedó en la ruina. Su caso es uno entre muchos de propietarios de viviendas o locales que ven como se aleja la esperanza de recuperarlos, pues el nuevo Parlamento promete apoyar las tomas, incluso, de casas de migrantes.
"La realidad es que, en Venezuela, la justicia tiene de verdad los ojos vendados. En mi caso particular se me vulneró (...) mi derecho al trabajo. Aun teniendo 80 años, se me arruinó y condenó a la indigencia", explica Mariñas a Efe desde su casa, donde permanece enclaustrado por temor a la covid-19.
Imágenes: Jackdwin Sáez
Edición y locución: Annia Hidalgo Vargas.