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¡Hola a todos! Soy Kelly, tengo veintiún años. Me he dado cuenta de que todos los que cuentan su historia aquí, inmediatamente dicen de qué se tratará. Yo lo haré de forma diferente, les contaré todo como me pasó a mí, paso a paso. Después de todo, así es la vida, nunca se sabe lo que va a pasar después, y solo se puede esperar que hayas actuado de la mejor manera posible... o que hayas tomado la decisión correcta.
Pues todo comenzó cuando tenía 17 años, y mis papás y yo fuimos a una estación de esquí en Mount Hood. Vamos allí cada año para las vacaciones de Navidad, es una de nuestras tradiciones familiares. A mamá no le gusta mucho esquiar o hacer snowboard, así que pasa la mayor parte del día en la estación en una tumbona, bien abrigada, con un libro en una mano y una taza de café caliente en la otra. Pero mi papá y yo somos verdaderos entusiastas del esquí y por lo general esquiamos todo el día hasta que los teleféricos dejen de funcionar.
Pero un día mi papá se comió algo malo en la cena y al día siguiente se vio obligado a quedarse en nuestra cabaña, así que me fui sola a la montaña. El día fue maravilloso, pero mi humor estaba espantoso y los cielos se veían especialmente densos... ¿Has notado que cuando YA estás de mal humor, puede ocurrir cualquier tipo de molestia? Bueno, este día no fue una excepción, no noté un trozo de hielo bajo mis pies, me resbalé... ¡¡¡y no solo me estrellé, sino que también por varios largos segundos, agité de forma completamente absurda mis manos, todavía sosteniendo los esquís y las piernas en las botas de esquí tratando de recuperar mi equilibrio!!! Podrían llamarla la caída del siglo.
Ya de por sí me sentía como toda una vaca de gordo trasero cuando vi que un chico estaba parado y me miraba, así que me enojé mucho. Tal vez porque estaba sonriendo, pero probablemente porque me pareció muy atractivo desde que lo vi. ¿Sabes?, hay algunas personas con ojos tan azules que se vuelven increíblemente brillantes y transparentes cuando la nieve y el sol brillan a su alrededor. Así que ese fue el caso y no es de extrañar que yo estuviera furiosa.
"¿Qué estás mirando? ¿Nunca has visto cómo los elefantes bebés aprenden a “volar”? ¡Dame tu mano!". Añadí las últimas palabras cuando me di cuenta de que levantarme del hielo no sería una tarea fácil, y no quería para nada revolcarme bajo esa bri