Madrid, 27 nov (EFE).- Desde las aguas heladas del Ártico hasta las tropicales del Caribe o las amables del Mediterráneo, mares y océanos del mundo enfrentan los mismos problemas de destrucción de la biodiversidad, contaminación y sobreexplotación, a los que la COP25 tratará de hacer frente con medidas concretas.
Pese a la inmensidad de la superficie cubierta por las aguas marinas, cerca del 70 % del planeta, su equilibrio es cada vez más delicado y afronta riesgos tan importantes como el ascenso de su nivel y de su temperatura, que en 2018 alcanzaron cifras récord según datos de la Organización Meteorológica Mundial.
Estos impactos afectan de muchas maneras a las grandes masas de agua, "a sus patrones de distribución y reproducción, su acidificación, la destrucción de sus ecosistemas" ha asegurado a Efe Javier López, responsable de Pesca de la ong Oceana en Europa, quien advierte de que "ya hemos contabilizado 400 zonas consideradas completamente muertas por culpa de la contaminación, un área equivalente al tamaño del Reino Unido".
Prueba de la fragilidad de los ecosistemas marinos es la reciente catástrofe ecológica del Mar Menor en Murcia, donde el pasado mes de octubre aparecieron miles de peces muertos tras un episodio de lluvias torrenciales que, combinado con el vertido indiscriminado durante decenios de sedimentos y restos orgánicos procedentes de la agricultura intensiva y de una costa fuertemente urbanizada, colapsó a flora y fauna tras dejarla literalmente sin oxígeno.
Jordi Camp, investigador del Instituto de Ciencias del Mar-CSIC de España, definió la zona como un mar "más que moribundo" y lo cierto es que el Mediterráneo es uno de los mares más vulnerables para la crisis climática y, según la FAO, el más sobreexplotado del mundo ya que el 80 % de sus recursos están siendo extraídos por encima del nivel de recuperación.
Instituciones como la Unión por el Mediterráneo o el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente han alertado de que su cuenca registró un aumento de temperaturas de 1,5 grados respecto a la era preindustrial y prevén que en los próximos años sufra cada vez más olas de calor, más sequías y también más lluvias torrenciales, todo lo cual derivará en efectos socioeconómicos y medioambientales graves.
En el caso de otros mares y océanos como el Ártico, el calentamiento en principio no debería ser tan negativo ya que la progresiva reducción de hielos mejoraría las rutas de navegación y facilitaría la explotación de los recursos naturales, pero ello puede generar conflictos por el control de esos recursos además de generar otros problemas alternativos como el derretimiento de la capa de permafrost.
El Báltico, el Caribe, el Mar del Norte..., buena parte de los ecosistemas marinos se hayan afectados por amenazas similares: la contaminación -de plástico, metales pesados, aguas fecales, residuos agrícolas, vertidos petroleros u otros-, la sobreexplotación pesquera -según fuentes de ong especializadas, el 33