La historia es fascinante. El dueño del loro empezó obras en casa y, para no estorbar a carpinteros, albañiles, electricistas y pintores, decidió meter unos días al loro, con jaula y todo, en el corral de las gallinas.
Al principio, el loro se mostraba muy asustado, pero se fue adaptando. Fue ganando confianza y empezó a comportarse de forma natural.
La remodelación de la casa terminó y el dueño del loro volvió a poner la jaula de su mascota en su lugar habitual.
Se quedó de piedra cuando se percató de que el ave, en lugar de graznar o hablar como de costumbre, había aprendido a cantar como un gallo.