Él es Adrián, y tenía un pasatiempo por el que todos pensaban que no es lo suficientemente masculino. Suena extraño, ¿verdad?
Su pasatiempo era… jugar con muñecas y coleccionarlas. Desde pequeño, siempre prefirió las muñecas a los juguetes tradicionales para varones. Le parecía mucho más interesante elegirles vestidos, y le fascinaba la decoración de las casas para muñecas. No hubo problema mientras era un niño, y sus padres y su hermana menor no se oponían. Cuando entró a la secundaria, ya no jugaba con ellas, pero aún las coleccionaba. Algunas personas coleccionan monedas o figuras de acción, él coleccionaba muñecas. Eso también afectó su sentido del estilo, elegía ropa y peinados más extravagantes.
Pero, durante casi toda su vida, siempre ocultó sus gustos, excepto a sus amigos más cercanos. Cuando entró a la secundaria, su secreto se hizo público de la manera más incómoda posible. Los amigos de su hermana fueron a su casa, y alguien vio de casualidad la habitación de Adrián llena de muñecas. Tomó una foto y se la mostró a todo el mundo.
Esas cosas se esparcen rápido; pronto, todos en su clase se habían enterado. Comenzaron a burlarse de Adrián: algunos hacían bromas relativamente inofensivas, pero un grupo de 4 sujetos lo molestaba a diario.
Decían que era afeminado y que probablemente usaba vestidos cuando nadie lo veía. Al principio los toleraba, pero la cosa empeoró con el correr de los días; estos sujetos esparcieron aún más el secreto. En poco tiempo, toda la escuela supo del pasatiempo de Adrián.
Lo apodaron “Adriana” e intentaban molestarlo de todas las maneras posibles. Si intentaba decir algo, lo parodiaban con una voz femenina. Todo eso continuó durante unos meses y le quitó el deseo de ir a la escuela. Su hermana se sentía culpable por lo ocurrido y dejó de ser amiga de la chica que había tomado la foto. Es más, defendía a su hermano de todos los que le decían algo malo.
Con las semanas, Adrián encontró fotos de él hechas con photoshop, usando lápiz labial y otras cosas “femeninas”. Ya no podía soportarlo, no quería que todos pensaran que era afeminado, intentó con desesperación mostrarse más masculino. Usaba ropa más oscura y leía sobre autos y otras cosas que le gustaban a la mayoría de los chicos. Hasta intentó hablar con una voz más grave y comportarse de manera más agresiva: se burlaba de otras personas y hacía bromas desagradables.
Pero nadie se creería mientras conservara sus muñecas. Así que hizo algo que lamento hasta el día de hoy. Las arrojó a la basura en un arrebato de ira. Podría habérselas dado a otra persona o donarlas. En lugar de eso, se deshice de ellas y tomó fotos para probarlo. Las había coleccionado a lo largo de su vida, y de pronto… se habían ido en un día.
Los demás seguían burlándose de él, pero menos y menos con el correr de los días. Pronto, las cosas se calmaron. Ya nadie lo molestaba. Adrián cre