No puedo hablar con chicas

2019-10-02 1

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Hola a todos, él es Jacob. Como otros tantos sujetos en la escuela, Jacob solía ser tímido, se ocultaba detrás de su capucha y solo hablaba con su grupo de amigos. Seguro te imaginas ese tipo de adolescentes: un grupo de chicos invisibles que no le importan a nadie. Él era feliz así, hablaba de videojuegos y películas todo el día y no se preocupaba por ninguna otra cosa.
Pero todo cambió cuando vio a Helen.

Y POR SUPUESTO, se burlaron de él, pero también quisieron ayudarlo. Leyeron algunos artículos en internet, ya que ninguno de ellos había tenido novia. Sus amigos comenzaron a darle consejos para salir con alguien, consejos bastante… cuestionables. Le dijeron que a las chicas les gustaban los sujetos buena onda y que se muestran dominantes, de “estatus alfa” o algo así. Agregaron que ellas nunca elegían a los sujetos agradables porque no los encontraban muy masculinos.

Y… Jacob siguió esos consejos. Bueno, lo intentó. Practicó frente al espejo, hizo caras como un idiota, entrecerró los ojos para mostrarse relajado e indiferente, y luego intentó entrenar su lenguaje corporal: ensanchaba el cuerpo y desplazaba los hombros hacia atrás.

El paso siguiente fue el más vergonzoso, preparar unas cuantas líneas para iniciar la conversación. Jacob se imaginaba apoyado contra la pared junto a Helen y preguntándole algo como “¿qué hay, preciosa?”. Le resulta gracioso recordarlo, pero también embarazoso. Bueno, eso no fue lo peor de todo.

Un día, Jacob se acercó a Helen en la escuela, intentando apegarse a los consejos que le habían dado sus amigos gurús. Qué plan tan estúpido.

En primer lugar, su corazón latía a toda velocidad, y lo más probable es que también estuviera sudando como loco. Vigiló mi lenguaje corporal con cuidado, cosas como sus hombros y su postura, y se acercó a ella. Se inclinó contra la pared como había planeado mientras ella revisaba su casillero, y luego dijo “¿qué hay…?”. El problema fue que su voz sonaba seca, como si hubiera pasado una semana en el desierto, y tan aguda como si tuviera cinco años. Cuando Helen lo miró confundida, Jacob intentó mantener el contacto visual, pero no notó que sus ojos estaban abiertos de par en par. En un punto olvidó parpadear, así que comenzó a lagrimear frente a ella.

“¿Te sientes bien?”, preguntó Helen. Fue un desastre. Los amigos de Jacob lo miraban a lo lejos, y no tenían manera de contener la risa. “Estoy bien”, respondió con la voz de una momia, y ella se fue confundida. Para entonces, las risas de sus amigos estallaron.
Pasaron algunos días del desastre, y Jacob solo seguía pensando que era un perdedor y que nunca podría tener novia. Veía a otros sujetos más exitosos de su escuela y moría de envidia. Estaban llenos de confianza y no tenían problemas para hablar con las chicas. Suponía que era cuestión de suerte: o nacías perdedor o nacías