Conciencia sonora (Sonidos vs. ruidos)

2008-11-27 9

Nuestro comportamiento es una ondulación constante porque estamos formados por corpúsculos ondulares. La materia no es "sólida", sin movimiento y vibración; todo vibra rítmicamente. Si miramos nuestra sólida piel en un microscopio electrónico, descubrimos que existe un mundo de apariencia acuática que se mueve rítmicamente en una inacabable danza de la vida. Cuanto más nos aproximamos dentro de las moléculas, descubrimos nuevas partículas danzantes y más pequeñas: protones, positrones, electrones, neutrones, quarks. Todo se disuelve en formas y vacíos, en pautas y estructuras.

Una de las funciones del ritmo en nuestro organismo es la integración de sus distintas partes y la armonización con los pulsos exteriores. Ejecutamos una continua música en nuestra vida y por una tendencia innata, tendemos a la consonancia en contra de un desorden disonante. Nuestra orquesta cerebral, cuando actúa afinada, nos proporciona la conexión de nuestros pensamientos y actos con la ley gravitatoria terrestre y con el equilibrio como estructura unitaria expansiva de la Conciencia, a través del sistema vestibular.
El ritmo es el equilibrio que permite expresar lo inexpresable y sostiene nuestras emociones; es la base de todo movimiento humano en el espacio, incluyendo la música. Desde el pulso de nuestros silencios y sonidos, al equilibrio de la sangre entre alcalinidad y acidez, o la relación complementaria orto y parasimpática del sistema nervioso, estar en equilibrio es respetar la dinámica rítmica universal y el mensaje del cuerpo conciente.
En las palpitaciones de nuestro corazón, en el acto respiratorio o en la marcha regular, todos poseemos la capacidad expresiva de impulsos perfectos en un equilibrio eterno. Nuestra misión consiste en unirnos a ese pulso y acompasamos plenamente con el tiempo presente.