Las células satélite del músculo esquelético son mioblastos, es decir, células indiferenciadas capaces de regenerar el músculo después de una lesión. Las células satélite se localizan bajo la lámina basal de los músculos y pueden obtenerse, multiplicarse in vitro (suponen sólo un 3-4% del total de células musculares) y reinyectarse en el corazón, bien directamente en la zona dañada o por perfusión a través de una arteria coronaria. La posibilidad de obtener las células satélites del paciente elimina los problemas de rechazo inmunitario. En modelos animales se ha conseguido de esta forma mejorar la función cardiaca. Sin embargo el músculo que se diferencia a partir de células satélite es diferente al músculo cardiaco, tanto en su morfología como en su fisiología. Los miocardiocitos están conectados eléctricamente a través de uniones gap, formadas por hexámeros de conexina-43. Estas uniones no se forman en el músculo esquelético, por lo que debería existir un fallo en la coordinación de la contracción entre los dos tipos de músculo. No obstante la cuestión es polémica, ya que algunos grupos han descrito la formación de uniones gap en el músculo esquelético diferenciado en el corazón de ratones inyectados con células satélite, como si dichas células fueran capaces de adquirir el fenotipo del músculo cardiaco. Estos resultados han sido puestos en duda por otros laboratorios, y la cuestión sigue abierta. Las células madre embrionarias son otra posible fuente de precursores para la cardiomioplastia celular. Estas células derivan de la masa interna del blastocisto, una de las primeras etapas del desarrollo.